sábado, 1 de marzo de 2025

Juramento

 



Recuerdas nuestro juramento. La fogata y el fuego que ardía en nuestros corazones, la oscura noche apenas iluminada por aquellas minúsculas estrellas, aquellas antorchas consumidas por el fuego apasionado que recorría nuestras venas. Juramos luchar. Luchar sin descanso, sin medida... luchar... por aquellos sueños, por aquel sueño. No importaron los desvelos ni el hambre, tampoco nos acobardó las habladurías, los malentendidos, las amenazas y los castigos... éramos jóvenes, imprudentes, tontos tal vez, pero con coraje. Las batallas fueron interminables, cruentas, épicas, siempre terminábamos magullados, heridos... y siempre nos reímos de las cicatrices, de la sangre derramada, de las crueles derrotas y de las fantásticas victorias.

Fuimos locos y apasionados, corrimos borrachos por la esperanza. Hubo interminables desiertos, oscuras incertidumbres y feroces tormentas, pero juntos soportamos el frío solitario, la gélida indiferencia, los cobardes salivazos, las miradas de condena, y también, los cálidos abrazos, las palabras de aliento, las manos solidarias, las sonrisas, los cantos, el pan compartido... que aventuras inolvidables, que momentos de éxtasis vivimos en aquellos días. Al principio, la lucha dio frutos admirables, el sueño se hacía realidad, la esperanza no era fantasía, el fuego ardía imparable, derribaba cercas, muros y distancias, contagiaba pueblos, encendía catedrales y ermitas, consumía caminos y veredas; la pequeña voz crecía, impredecible e indómita, irreverente y retadora; la conquista estaba asegurada, la victoria parecía irreversible, la muralla estaba a punto de ceder, estábamos ebrios por la emoción del triunfo.

La inexperiencia o, quizás la infantil arrogancia de grumetes nos impidió prever que los feudos se resisten a morir y, aunque coexisten distanciados, siempre se unen para repeler los cambios y mantener el poder y los privilegios; no importa que se odien o se pasen mordiendo, cuando están en peligro de extinción se aferran al pasado y se juntan para sobrevivir. No importa con que armas se van a defender solo interesa no entregar la plaza, no perder el control y si, aniquilar al abusivo que tuvo la osadía de cuestionar las viejas tradiciones. Hubo insinuaciones, amenazas, reprimendas, descaradas mentiras que rápidamente mutaron en dogmáticas aseveraciones. De repente, todo era negativo, todo parecía una fétida conspiración contra el sistema… el poder reaccionó, defendió la arcana sacralidad cuestionada por jóvenes rebeldes que no se ajustaban a los cánones establecidos, había que erradicar el cáncer antes de una metástasis que invadiera la comarca. Primero se llamó a la cordura y se ofreció una amnistía a los contagiados, fue necesario aislar al portador del virus, se prohibió cualquier contacto con aquel nefasto patógeno y se le desterró como a un leproso.

Juramos luchar. Lo hicimos. Llevo con orgullo las cicatrices de las incontables batallas y, conservo, aunque mohosa, la espada que con imprudente valentía empuñé aquellos días. No me arrepiento de haber retado al mar, pagué con creces mi atrevimiento y como loco sigo soñando, aunque al final fuimos derrotados y caí en la última lid. Sigo soñando.


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