Descansar no es dormir ni mucho menos vegetar, tampoco es claudicar. Descansar es tomar aliento, detener el frenético afán de la existencia para pensar nuevas alternativas, nuevos derroteros que nos impulsen a conquistar la cumbre de nuestros sueños. Descansar es aceptar que estamos fatigados, que nuestros pasos están agobiados, que, de momento, ya no podemos avanzar… tenemos los ojos nublados, las manos temblorosas y jadeamos de cansancio… pero, descansar no es rendirse ni tumbarse derrotados en el césped, tal vez agonicemos, pero no estamos vencidos ni mucho menos muertos. Cuando hemos transitado imponentes caminos, escalado encarpadas cimas, navegado contra olas bravías y hemos convertido la rutina en ciclópeas aventuras… no solo tenemos arañazos, viejas cicatrices y heridas purulentas, también tenemos la vida hecha jirones, los anhelos despedazados, la espada rota y la sangre arropando la carne maltrecha, pero el alma rebosa de alegría porque vencimos molinos de vientos, domamos fieras, sembramos girasoles en el desierto y dejamos estelas en la mar.
Descansar es suspirar, tomar aliento, trazar planes y con la
calma del otoño vislumbrar los nuevos itinerarios que nos llevarán a la
conquista del sueño inmortal que late en el tuétano del alma indomable que
aspira conquistar el Olimpo sagrado. Descansar no es echar raíces en el
somnoliento destino de los frustrados, no es relamerse heridas y extrañar
tiempos pasados, no es quejarse por la injusta travesía de los olvidados, no,
descansar es una pausa, un momento que requiere el alma para tomar nuevo
impulso, para renovar fuerzas y afilar la espada, un instante para sanar la
piel magullada y respirar esperanza y sonreír a los nuevos vientos que implacables
soplan desde el prometeico horizonte.
Hoy, el alma necesita descansar, tomar un tiempo para
contemplar las huellas que cincelamos en la historia, un momento para reconocer
los yerros que la imprudencia y el orgullo sembraron en los valles que conquistamos
y un espacio para valorar con justicia las batallas que durante años libramos sin
tregua. En el camino quedaron hermosos recuerdos, luces y sombras, lágrimas y
risas, miedos, triunfos, rostros que seguirán palpitando en las frías y oscuras
noches, recuerdos encallecidos que despiertan desconocidas travesías, rumbos
inciertos, retos y aventuras febriles para seguir combatiendo sin cesar. Un
alto en el camino para renacer de las cenizas y alzar el vuelo con nuevos bríos
y la conciencia tranquila que siempre luchamos con honradez y sin malicia.
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