Prometiste mejorar, cambiar, ser una persona nueva; estabas ilusionado con tu decisión, jurabas que habías encontrado el rumbo de tu existencia, por un momento te extasiabas en el paraíso…
¿Creías que era tan fácil? Después de unos días, se apagó el entusiasmo, el camino se volvió árido y entonces descubriste la amarga realidad… ahora ya lo sabes… somos de barro y no de hierro; frágiles, pequeños veleros con decisiones endebles que el viento nos arrebata, minúsculos poemas que sólo riman al principio y después se apiñan como garabatos pidiendo auxilio; pero no importa, no te culpes, no te desanimes. ¡Levántate! ¡Comienza de nuevo! Una y otra vez, las veces que sea necesario.
Cuando te desplomes rendido, las hienas correrán a burlarse, serás pisoteado por los mezquinos que merodean carcomidos por la envidia y los buenos, los que no hacen nada, escandalizados se apartarán de tu camino.
Si en la férrea batalla fuiste derribado de tu blanco corcel, si al escalar el escarpado risco de tus ideales te caíste, si en las mañanas frías prefieres el tibio sopor de tu cama… ¡Levántate! Vuelve a la lucha con esperanza, confía en tí, busca en tu interior esa luz que ilumina y cree con firmeza que no existe cumbre que no puedas conquistar.
Caerás una y otra vez, pero eso, no es el fracaso, es un desafío… suspira, toma aire, revisa las hendiduras que te derrumbaron y con nuevo brío arremete con todo, con la noble virtud del testarudo que lucha y lucha hasta triunfar. Los hombres caen agobiados por el peso de las dificultades, los titanes se levantan. Caer es de humanos, levantarse es de valientes.
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