Los que soñamos un mundo nuevo, un mundo de justicia y libertad, desbordamos de alegría cuando, en medio del fango y el desconsuelo, encontramos rosas que perfuman la soledad, girasoles que se alzan en el desierto, antorchas que brillan en la oscuridad. Cuando todo parece ser devorado por la vorágine del consumismo, cuando todo está marcado por el interés y el espejismo mercantil; reconforta descubrir que entre los abrojos florece la esperanza, que no sólo hay rostros maquillados sino sonrisas verdaderas, que no solo atrae el neón de las pasarelas sino el yunque donde se forjan las espadas. Hay marionetas que se visten de fiesta y danzan al compás de las modas, hay cerebros que se alimentan de los pensamientos fabricados por el sistema y repiten con júbilo los credos oficiales; pero también están los unicornios que no aceptan las bridas y galopan indómitos en el horizonte; están las gaviotas que inventan nuevas formas de volar, las luciérnagas que rompen la oscuridad, los que piensan, los rebeldes que no se someten a los cánones oficiales y están dispuestos a luchar por sus ideales. Hay bufones del carnaval, que se embriagan de apariencias y únicamente conocen el placer que vende el consumismo, son borregos que hipotecan su libertad y rinden culto a los nuevos dioses del mercado; también están los que sueñan un mundo sin fronteras ni marginación, los que tienden la mano a los pobres y no le ponen precio a la solidaridad, los que sonríen con el alma y lloran con el corazón, los enamorados que suspiran por un beso y se emocionan con un poema y una carta de amor. Hay viejos que se creen dioses que con mañas y dinero imponen sus caprichos, doblegan conciencias y se pavonean como nobles; son Midas que extraen oro de la sangre y la explotación, magos que desaparecen oponentes, ilusionistas que lo negro lo hacen blanco, viejos que compran caricias y despedazan las orugas que nunca llegarán a convertirse en mariposas. También están los jóvenes que desprecian las fórmulas del mercado, los que no cobran por sonreír, los que abren caminos en las montañas y el qué dirán no les produce insomnio; los que tildan de locos, idiotas e ilusos porque creen en el amor y en su fuerza revolucionaria que es capaz de botar imperios.
Aunque los pronósticos del milenio son amargos y llenos de nubarrones, la esperanza navega en la juventud, en los sueños de los quijotes que le apuestan a un mundo nuevo de justicia y libertad. Hay suficientes rosas para perfumar de sonrisas este mundo y hay muchos girasoles para pintar de color ese futuro gris. Hay esperanza si hay manos dispuestas a empuñar las espadas para conquistar los sueños que inspiran nuestra vida.
Alejandro, gracias por compartirnos esta suave fragancia que revitaliza nuestros sueños y nos desafía a continuar luchando por construir nuestros sueños.
ResponderEliminarDios te bendiga,
Mauricio