domingo, 29 de agosto de 2010

Aprende a escuchar



Las mentes irreflexivas galopan sedientas de ruido, les espanta el silencio, viven entre gritos y sordas hablan entre dientes. En el loco ajetreo inconsciente arrojan palabras huecas cargadas de grotescas pantomimas que muestran desnudas a esas almas vacías. Hablan con las vísceras, sus voces están maquilladas para esconder la mentira o la ignorancia, despotrican o aúllan cuando con palabras esperan cubrir sus motivaciones viles.

Nunca piensan lo que dicen, tienen atrofiada la masa encefálica y hablan sin sentido porque no saben escuchar… les asusta el diálogo, vegetan encerrados en tediosos monólogos que asesinan toda conversación. Hablan sin parar, hablan sin pensar, aplastan las voces diferentes y rinden culto al veneno de sus gruñidos.

Antes de hablar, frena la lengua, pon a trabajar el ocioso cerebro y piensa, no sea que te conviertas en esclavo de amargas palabras que hubieras preferido no pronunciar. Si debes hablar no tienes por qué callar, expresa con firmeza tu pensamiento, defiende con nobleza tus ideas; pero si no tienes que decir, guarda silencio, no tienes por qué danzar con la música ajena.

Más importante que hablar es escuchar… los senderos están poblados de peregrinos rotos que ya no pueden andar y antes de morir aspiran narrar sus hazañas, recitar sus desgracias y desahogar la carga que los abruma. Hablan con dolor, pero no necesitan lástima ni sabios consejos, están hartos de lecciones y reproches, solo quieren que sus tímidas voces sean escuchadas.

Escuchar es guardar un silencio fecundo del que florece una palabra de paz y una mirada de armonía que rompe las fronteras del egoísmo.

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